Tuesday, August 26, 2008

TRENES Y BARCOS


El tren esta descompuesto y su peste es insoportable.
Todos vestimos de negro. Todos tomamos pastillas porque todos estamos mal de la cabeza, de los nervios. Unos son alcoholicos y otros drogadictos. Yo soy la unica que lleva vestido largo. Todos sudamos.
Te odio y lo sabes.
Me odias y no te aguantas las ganas de gritarlo cada kilometro. Los demas ni se inmutan, no se si son los medicamentos, la costumbre , el olor a pescado muerto o simplemente la sordera selectiva.
Sopor.
Entresueño a mediodia con ofrecerte ese whiskey que tanto te gusta. Acercarte al piano e insistir que toques aquella cancion, la unica que te sabes.
Se que soy fea, se que mi vestido lo llevo puesto desde que emprendimos este viaje interminable hace tantos años (de hecho por un momento crei que este vagon era un barco, de ahi el olor a pescado). Y tu sentado al piano, bebiendo alcohol, empiezas a animarte y yo sonrio y reconozco ese brillo en tus ojos ebrios: quieres usar mi vagina para tus acostumbrados 8 minutos.
Lo permitire solo porque acabo de vaciar el contenido de 38 pastillas para dormir en tu ultimo wiskey y pacientemente, durante 8 minutos permanecere abierta de piernas sobre el piano espero a que se diluyan.
El olor a pescado es insoportable.
El vagon da tirones y sus maderos viejos parecen desarmarse a la menor provocacion y los demas pasajeros ni se inmutan - ahora resulta que son ciegos selectivos- cuento los minutos..... listo.
Vamos tomate un trago de wiskey.

Y una vez dormido, por fin despues de... ya perdi la cuenta cuantos años llevaba en esta carcel? que no era un barco? era un vagon de tren, por fin, entre los pliegues de mi vestido negro con diminutos estampados grises roido sucio y pestilente, saco una bolsa de plastico transparente, mantecosa, sudada del calor de tanta gente apretada en un diminuto vagon, olorosa a pescado, como todo lo demas.
Mi bello durmiente apesta a wiskey, su cuerpo, palido casi amarillo por los años de encierro, yace doblado sobre el piano, coloco la bolsa de plastico en su cabeza y amarro el lazo con el que acomodaba mi cabello, no recordaba lo largo que es mi cabello. Le doy siete vueltas a su delgado cuello para sellar la bolsa.
A nadie parece importarle, ni siquiera a mi.
El vagon parece desarmarse, uno de los pasajeros canta una cancioncita triste.

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